domingo, 8 de octubre de 2017

Atrapando los ojos de una mujer

Hay días en que la existencia se ve alterada por aquellos sueños que buscan escapar hacia la realidad. Días donde las estrellas te dibujan un sendero a seguir en el cielo. Hay días en que los ojos ingenuos por el deseo de vivir, ven magia en cada cosa simple a la que observan. Hay días donde el tiempo se detiene, donde las distancias se acortan, donde el cosmos se vuelve un lugar diminuto. Hay días donde no importa quien se interponga ...

Me dirigía a la estación de buses luego de una jornada de trabajo. Mi cuerpo en aquel entonces caminaba por inercia, pues mi mente estaba en otro lugar. Como es habitual de mi, pensaba en mis sueños ilegítimos, en las causas ya ganadas por otros, asuntos y metas que al juicio de alguien mas son puras tonterías, pero que a mi rigor, estremecen la piel.

Estaba en aquella parada de bus, encantadoramente sucia y moribunda. Estaba extasiado, pero no lo suficiente como para no darme cuenta de un mechero que intentaba abrir mi bolso.

Camine a mi lugar como es de antaño. Evitaba toparme con cualquier persona que se me hiciera conocida (aunque no existe nadie que me conozca realmente). Me senté, vi al frente, estaba lloviendo, mis ojos comenzaron a llover de igual manera.

De pronto y de manera poco habitual, llegó al lugar una mujer de aspecto frágil y claro. Ella miraba con nerviosismo el entorno rustico que la rodeaba. Era como una flor perdida en un pantano, en aquel tipo de lugar que en soledad se vuelve tétrico y abisal. Aquí personas sin alma esperan a que un bus los lleve quizás, a algún destino.

Su mirada vagaba por el reflejo de los vidrios y los objetos reflectantes, como si buscara encontrarse casualmente con algo, quizás con alguna señal, con un gesto, con alguna complicidad.

Los ojos de las personas nos muestran el mundo que llevan dentro de ellas y yo estaba ahí, mostrando todo lo que era, alas rotas, corazón vació y un violín viejo.

Sus ojos se toparon fugazmente con los míos, pero basto ese efímero instante para clavarle toda la irrealidad que estaba en mi. Fue entonces cuando ella bajó rápidamente su mirada, volteo la cabeza, analizo con falso interés todo el paisaje circundante. Luego de eso, me volvió a mirar, ahora de manera mas directa, profunda y osada.

No se porque lo hacia, ni porque estuvo tanto tiempo así.

Solo se que estábamos ahí solos los dos, que el mundo era ese instante.

Lo disfrute mientras duro.

Pero todo acaba repentinamente.

De pronto, una voz de la nada dice:

-Gracias por esperarme, ¿vamos?.

Y ella, volviendo otra vez a la tierra, en un acto casi instintivo responde:

-Claro amor, hace frio.

Aquella mujer me volvio a mirar por ultima vez, remplazando su mirada angelical por una mirada frívola, rencorosa, sórdida, tajante, inmutable. Como no queriendo mostrar señal de debilidad alguna.

Entonces volvi a mi hogar, era de noche, hacia frio y llovia a cantaros.

La lluvia era calma, ahí mis lagrimas eran pequeñas.

La lluvia no se detuvo en ningún momento. Yo miraba con felicidad las gotas caer por el vidrio del bus, estaba feliz por mi soledad, porque puedo darme el lujo de ser una persona triste y oscura, cuando las demás personas dolidas por la nostalgia y el sufrimiento deben fingir una asquerosa sonrisa de bienestar.

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