domingo, 5 de marzo de 2023

Fin del blog /Despedida

Si, luego de varios años sin escribir, me he dignado de al menos despedirme y dar por finalizado este espacio.

No sé cuantas personas leyeron mis historias, incluso a veces pongo en duda que siquiera alguien las leyó, pero si alguna vez estuviste por aquí, te quiero dar las gracias por ser parte de esto.

¿Por qué dejo de escribir? Es simple, ya no tengo la misma creatividad que tenía hace años. Poco a poco esta cualidad se fue drenando, hasta que definitivamente se secó. 

El tiempo lo cambia todo, no podemos ir contra él, pero su aparente crueldad nos suele permitir un regocijo, el recuerdo.

Hace años, cuando comencé este sitio, creía que solo escribía historias, ahora me doy cuenta de que en realidad escribí una parte importante de mi vida. 

Pero todo buen libro necesita ser terminado.

Gracias por ser parte de esto, hasta nunca, Ricardo.

martes, 21 de julio de 2020

Carta para mi, dentro de diez años

A sus 20 años, un joven escribió la siguiente nota:

"Para mi mismo, dentro de diez años: 

¿Eres feliz todos los días? ¿Estas contento con lo que haces? ¿Sostienes cosas preciosas en tus manos? 

Me alegrare por ti si logras convertirte en alguien mejor, pero si no es así, estaré feliz por saber que aun sigues intentándolo."

El 18 de julio del 2020, poco despues de cumplir los 30, el joven se suicido.

sábado, 18 de mayo de 2019

Buena suerte en el juego, mala suerte en el amor

Me considero una persona bastante escéptica, pues no creo en la suerte, ni en los fantasmas, ni en el karma, a veces ni siquiera creo en mi mismo, pero después de este día, se me hacia imposible no pensar que algún tipo de fuerza me maldecía.

Mi primer concierto fue frustrante, no por tener que llegar tarde, no por tener que recurrir a la improvisación, no porque se me rompieran las cuerdas o me robaran el estuche, si no porque había invitado a una mujer conmigo, la cual después de unos tragos, termino besándose con cualquier tipo que se le cruzara.

Al final del evento termine como siempre, solo y decepcionado, pero ¿Acaso podía ser peor? La respuesta es si, pues para empeorar las cosas, se había puesto a llover y mi violín se podía mojar.

Corrí buscar algún refugio y el único lugar que aun estaba abierto era un local de lotería.

Me llamo la atención el gran bullicio y toda la gente que se encontraba ahí dentro, en contraste de lo desierta que estaban las calles.

Pero de todas formas, no me tomo mucho tiempo descifrar la razón del tumulto. Aquella tarde se anunciaba un gran premio de la lotería y todos ahí querían ganarlo.

Yo estaba indiferente, todo el dinero que había en juego no me causaba ningún entusiasmo, pues la única riqueza que codicio es la riqueza interior -la sabiduría y la destreza-, pero solamente por curiosidad y para pasar mas rápido el tiempo, adquirí un boleto y me dispuse a jugarlo.

Tengo que admitir que comencé a ver los números del boleto sin mucha sorpresa, pero a medida que iba acertando uno a uno a los números ganadores, no era el asombro lo que se apoderaba de mi, si no que la inquietud y el nerviosismo.

Cuando me di cuenta que estaba tan solo a un numero de ganarme aquel enorme premio, un miedo paranormal me invadió. Rompí con violencia el boleto y lo arroje lejos, para luego salir corriendo del lugar.

Todos ahí debieron haber pensado que fui un idiota por haber roto el posible boleto ganador, pero nadie era capaz de ver que junto a el, estaba sentenciando también mi destino.

Alguna vez oí decir: "Mala suerte en el juego, buena suerte en el amor" y para mi, que siempre había tenido mala suerte en el amor, era obvio que en aquella ocasión tendría buena suerte en el juego.

Por eso rompí el boleto y decidí no ganar la lotería. No queria tener buena suerte en el juego, porque en el fondo, muy en el fondo, aun no perdía la esperanza de, algún día, tener buena suerte en el amor.

domingo, 21 de abril de 2019

El dilema del enmascarado

Si hay algo que caracteriza a mis relaciones sociales (y afectivas), es lo poco que estas duran.

Y es que me resulta muy difícil (por razones que luego explicare), mantener el contacto de manera fluida con alguna persona. Generalmente lo pierdo apenas después de unas semanas.

Por eso se me hacia extraña y desconcertante la idea (y el hecho) de que nosotros dos lleváramos varios meses saliendo juntos.

Tengo que admitir que, por un lado, me resultaba agradable tener "algo" que se estaba cultivando con el tiempo. Por otra parte, no me gustaba para nada la idea de encariñarme de aquello. Yo sabia perfectamente que, mientras mas tiempo dediquemos cuidando a una flor, mas nos dolerá cuando esta se marchite.

Dicho con palabras mas claras...

Antes de ti, jamas me intereso el hecho de que alguien se marchara de mi vida, pues el poco tiempo que pasaba entre una persona y otra, no me resultaba suficiente para crear ningún tipo de vinculo. Pero contigo fue diferente, pues todo el tiempo que pasamos juntos logro crear un lazo que, sin duda, me causaría mucho dolor si se llegaba a romper.


Y si, tengo que admitir que me dolió cuando te marchaste, pero gracias a dicho dolor, he podido inspirarme para escribir tanto.

En fin... contestando sin mas preliminares a lo que alguna vez me preguntaste y jamas te respondí:


¿Porque mis relaciones duran tan poco?

Te lo puedo explicar con una parábola, el dilema del enmascarado:

"Supongamos que hay una persona que desea conocer a otras personas y la única manera de agradarles y ser aceptado, es usando una mascara. Puede que al comienzo la aceptación y la integración lo hagan sentir bien, pero a medida que pase el tiempo, el peso de la mascara lo agotara y terminara por asfixiarlo. Si se quita la mascara, las demás personas no lo reconocerán y tendrá que luchar contra la aflicción de ser apartado. Por otra parte, si sigue con la mascara, puede obtener la aceptación, pero tendrá que luchar contra la supresión de su propio ser".

No, no intento decir que mi problema sea ser una persona falsa, todo lo contrario, mi problema radica en ser una persona demasiado real.

Disfruto de estar solo, de leer un buen libro y tomar un café. De día toco el violín y por las noches observo las estrellas. Todas las labores que realizo, todo lo que me apasiona y todo lo que me hace libre, requiere de algún modo, estar solo.

Y he aquí el dilema: no esta en mi naturaleza ser alguien social.

Cualquier actividad que implique conocer gente, me obliga de algún u otro modo, tener que usar una mascara que no me pertenece.

Mi patria es la soledad y aunque a veces escape de ella, siempre termino por volver a sus brazos.

Todas esas personas que alguna vez conocí en fiestas, celebraciones, eventos, conciertos, etc., mas temprano que tarde, dejan de mantener el contacto conmigo. Terminan frustrados y decepcionados al ver que, 
debajo de mi mascara de fuerza y rudeza, hay un joven tímido, solitario y soñador.

Tu me tomaste por sorpresa, llegaste a mi vida, tuviste el valor suficiente para hablarme, incluso cuando a mi mismo me da miedo mirarme al espejo.

Desde un inicio viste mi rostro al descubierto, pues me encontraste mientras hacia algo tan especial, que de no haber sido por eso, tal vez nunca me hubieras conocido.


Se que ya ha pasado mucho tiempo -demasiado tiempo- desde que te marchaste, pero aun así, no puedo evitar preguntarme si finalmente tu también te quitaste la mascara que tenias, o acaso simplemente la cambiaste por alguna que no te asfixiara demasiado.


Porque después de todo, en un mundo donde todos acostumbran a usar una, la misma sociedad dice que no te debes esforzar en tratar de quitártela, si no que en buscar cual es la que te queda mejor.

jueves, 11 de abril de 2019

Buscando a la mujer indicada

Resulta que, un día abrumado por mi soledad, partí en busca de la mujer indicada. No fue una tarea fácil.

Tuve que recorrer todos los caminos, visitar todos los lugares y conocer todas las culturas.

Tuve que escalar montañas, nadar océanos, explorar bosques y cruzar desiertos.

Tuve que aguantar la inclemencia del tiempo, que día a día marchitaba mi rostro y nublaba mis ojos.

Hasta que un buen día, justo cuando abandonaba toda esperanza, lo logre: encontré a la mujer indicada.

Pero había un problema... un problema que ni siquiera el hombre mas sabio supo advertir.

Había encontrado a la mujer indicada, pero ella también buscaba al hombre indicado.

martes, 1 de enero de 2019

Relato sobre una noche de Halloween

Siempre he pensado que los momentos felices son como el sol. Estos aparecen tímidamente, llegan a un punto en donde nos entregan mucha calidez, pero luego decrecen poco a poco y terminan por desaparecer en el horizonte, dando paso al frió nuevamente. 

Por esa razón siempre me marcho en medio de un momento feliz, pues es la única forma de quedarse con un buen recuerdo. De otra manera, si me quedara hasta el final -cosa que nadie en su mas sano juicio debería hacer-, terminaría presenciando como un bello momento se pierde en un triste ocaso.

Esta fiesta de Halloween no era la excepción. La noche era joven, la estaba pasando bien y todo prometía ser aun mucho mejor, pues con algo de suerte, podía terminar acompañado de alguna linda mujer.

Pero como dije anteriormente, no soy de quedarme hasta el final de algo, así que para evitar llegar a ese momento en que una fiesta se vuelve depresiva y solitaria, salí a caminar por las calles.

Es asombroso como la oscuridad y el silencio son capaces de embellecer hasta los lugares mas corrientes -inspirando así el alma de los poetas-, pues a esta hora de la noche -las 2 am-, la ciudad de Chillan lucia abismalmente hermosa.

Yo, que había llegado a a ese lugar sin esperar nada en especial y que me fui a caminar de igual manera -sin esperar algo-, quede totalmente estremecido cuando te vi a ti -bella alma libre-, vagando por las mismas calles en que vagaba yo. Tal como dije alguna vez, quien no espera nada en especial, todo lo sorprende.

No pude evitar escuchar tus palabras, pues en medio del silencio, eran lo que mas resonaba.

No pude evitar mirar tus ojos, pues en medio de la oscuridad, eran lo que mas brillaba.

No pude evitar sentir tus brazos, pues en medio del frió, eran lo que mas abrigaba.

Estuvimos juntos toda la noche, mientras observábamos las estrellas, cuyos brillos luchaban por hacerse un camino entre las luces de la ciudad.

De no haber sido por el alba, tal vez no nos hubiéramos separado... pero aunque duela, a todos en la vida nos llega la hora de partir.

Recuerdo que me fui sin despedirme, pues solo me despido de alguien cuando se que no lo volveré a ver.

¿Y si aquella noche hubiera me entregado al juego y al placer? Tal vez me habría divertido por algún momento, para finalmente volver a sentirme vació.

Me siento afortunado de haberme marchado de ese lugar y de así encontrarme contigo, pues en el fondo, esos sencillos y fugaces momentos, son lo que uno mas atesora dentro de su corazón.