domingo, 21 de abril de 2019

El dilema del enmascarado

Si hay algo que caracteriza a mis relaciones sociales (y afectivas), es lo poco que estas duran.

Y es que me resulta muy difícil (por razones que luego explicare), mantener el contacto de manera fluida con alguna persona. Generalmente lo pierdo apenas después de unas semanas.

Por eso se me hacia extraña y desconcertante la idea (y el hecho) de que nosotros dos lleváramos varios meses saliendo juntos.

Tengo que admitir que, por un lado, me resultaba agradable tener "algo" que se estaba cultivando con el tiempo. Por otra parte, no me gustaba para nada la idea de encariñarme de aquello. Yo sabia perfectamente que, mientras mas tiempo dediquemos cuidando a una flor, mas nos dolerá cuando esta se marchite.

Dicho con palabras mas claras...

Antes de ti, jamas me intereso el hecho de que alguien se marchara de mi vida, pues el poco tiempo que pasaba entre una persona y otra, no me resultaba suficiente para crear ningún tipo de vinculo. Pero contigo fue diferente, pues todo el tiempo que pasamos juntos logro crear un lazo que, sin duda, me causaría mucho dolor si se llegaba a romper.


Y si, tengo que admitir que me dolió cuando te marchaste, pero gracias a dicho dolor, he podido inspirarme para escribir tanto.

En fin... contestando sin mas preliminares a lo que alguna vez me preguntaste y jamas te respondí:


¿Porque mis relaciones duran tan poco?

Te lo puedo explicar con una parábola, el dilema del enmascarado:

"Supongamos que hay una persona que desea conocer a otras personas y la única manera de agradarles y ser aceptado, es usando una mascara. Puede que al comienzo la aceptación y la integración lo hagan sentir bien, pero a medida que pase el tiempo, el peso de la mascara lo agotara y terminara por asfixiarlo. Si se quita la mascara, las demás personas no lo reconocerán y tendrá que luchar contra la aflicción de ser apartado. Por otra parte, si sigue con la mascara, puede obtener la aceptación, pero tendrá que luchar contra la supresión de su propio ser".

No, no intento decir que mi problema sea ser una persona falsa, todo lo contrario, mi problema radica en ser una persona demasiado real.

Disfruto de estar solo, de leer un buen libro y tomar un café. De día toco el violín y por las noches observo las estrellas. Todas las labores que realizo, todo lo que me apasiona y todo lo que me hace libre, requiere de algún modo, estar solo.

Y he aquí el dilema: no esta en mi naturaleza ser alguien social.

Cualquier actividad que implique conocer gente, me obliga de algún u otro modo, tener que usar una mascara que no me pertenece.

Mi patria es la soledad y aunque a veces escape de ella, siempre termino por volver a sus brazos.

Todas esas personas que alguna vez conocí en fiestas, celebraciones, eventos, conciertos, etc., mas temprano que tarde, dejan de mantener el contacto conmigo. Terminan frustrados y decepcionados al ver que, 
debajo de mi mascara de fuerza y rudeza, hay un joven tímido, solitario y soñador.

Tu me tomaste por sorpresa, llegaste a mi vida, tuviste el valor suficiente para hablarme, incluso cuando a mi mismo me da miedo mirarme al espejo.

Desde un inicio viste mi rostro al descubierto, pues me encontraste mientras hacia algo tan especial, que de no haber sido por eso, tal vez nunca me hubieras conocido.


Se que ya ha pasado mucho tiempo -demasiado tiempo- desde que te marchaste, pero aun así, no puedo evitar preguntarme si finalmente tu también te quitaste la mascara que tenias, o acaso simplemente la cambiaste por alguna que no te asfixiara demasiado.


Porque después de todo, en un mundo donde todos acostumbran a usar una, la misma sociedad dice que no te debes esforzar en tratar de quitártela, si no que en buscar cual es la que te queda mejor.

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