Resulta que, un día abrumado por mi soledad, partí en busca de la mujer indicada. No fue una tarea fácil.
Tuve que recorrer todos los caminos, visitar todos los lugares y conocer todas las culturas.
Tuve que escalar montañas, nadar océanos, explorar bosques y cruzar desiertos.
Tuve que aguantar la inclemencia del tiempo, que día a día marchitaba mi rostro y nublaba mis ojos.
Hasta que un buen día, justo cuando abandonaba toda esperanza, lo logre: encontré a la mujer indicada.
Pero había un problema... un problema que ni siquiera el hombre mas sabio supo advertir.
Había encontrado a la mujer indicada, pero ella también buscaba al hombre indicado.
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