martes, 1 de enero de 2019

Relato sobre una noche de Halloween

Siempre he pensado que los momentos felices son como el sol. Estos aparecen tímidamente, llegan a un punto en donde nos entregan mucha calidez, pero luego decrecen poco a poco y terminan por desaparecer en el horizonte, dando paso al frió nuevamente. 

Por esa razón siempre me marcho en medio de un momento feliz, pues es la única forma de quedarse con un buen recuerdo. De otra manera, si me quedara hasta el final -cosa que nadie en su mas sano juicio debería hacer-, terminaría presenciando como un bello momento se pierde en un triste ocaso.

Esta fiesta de Halloween no era la excepción. La noche era joven, la estaba pasando bien y todo prometía ser aun mucho mejor, pues con algo de suerte, podía terminar acompañado de alguna linda mujer.

Pero como dije anteriormente, no soy de quedarme hasta el final de algo, así que para evitar llegar a ese momento en que una fiesta se vuelve depresiva y solitaria, salí a caminar por las calles.

Es asombroso como la oscuridad y el silencio son capaces de embellecer hasta los lugares mas corrientes -inspirando así el alma de los poetas-, pues a esta hora de la noche -las 2 am-, la ciudad de Chillan lucia abismalmente hermosa.

Yo, que había llegado a a ese lugar sin esperar nada en especial y que me fui a caminar de igual manera -sin esperar algo-, quede totalmente estremecido cuando te vi a ti -bella alma libre-, vagando por las mismas calles en que vagaba yo. Tal como dije alguna vez, quien no espera nada en especial, todo lo sorprende.

No pude evitar escuchar tus palabras, pues en medio del silencio, eran lo que mas resonaba.

No pude evitar mirar tus ojos, pues en medio de la oscuridad, eran lo que mas brillaba.

No pude evitar sentir tus brazos, pues en medio del frió, eran lo que mas abrigaba.

Estuvimos juntos toda la noche, mientras observábamos las estrellas, cuyos brillos luchaban por hacerse un camino entre las luces de la ciudad.

De no haber sido por el alba, tal vez no nos hubiéramos separado... pero aunque duela, a todos en la vida nos llega la hora de partir.

Recuerdo que me fui sin despedirme, pues solo me despido de alguien cuando se que no lo volveré a ver.

¿Y si aquella noche hubiera me entregado al juego y al placer? Tal vez me habría divertido por algún momento, para finalmente volver a sentirme vació.

Me siento afortunado de haberme marchado de ese lugar y de así encontrarme contigo, pues en el fondo, esos sencillos y fugaces momentos, son lo que uno mas atesora dentro de su corazón.

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