sábado, 21 de octubre de 2017

El dilema de un musico

Nos anuncian al publico, nos subimos al escenario. Sacamos nuestros instrumentos, comenzamos a tocar. La música se apodera del antro.

Las personas curiosas se acercan para oír, la gente de al fondo comienza a beber. Poco a poco las risas y los cantos llenan el lugar.

Las parejas se abrazan, comienzan a besarse. Otras parejas mas osadas se dirigen a los rincones o al tocador.

Mientras se entretienen, las personas parecen olvidar sus penas, sus miedos, sus complejos. Se sumergen en la diversión y el éxtasis. Todos son felices, sin mas preocupaciones.

Termina el espectáculo, el publico se va contento nuevamente. Se acabó la fiesta, otro concierto ha finalizado.

Guardo mi instrumento, el gordo del bar nos "paga" con palabras de aliento, me despido de mis compañeros. Ya es de noche, las calles de Chillan están frías y vacías, ahora todo se vuelve silencioso.

Mientras camino, lo único que me persigue es mi propia sombra, pero cuando la luz se apaga, hasta ella desaparece.

Me vuelvo a mi hogar solo y vació.

Pero ¿Acaso importa como me sienta? No.

Soy un músico, mi trabajo es hacer felices a las personas, sin importar si yo soy feliz o no realmente.

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