sábado, 10 de noviembre de 2018

Morir con una sonrisa en el rostro

Son incontables las veces en que he despertado llorando y maldiciendo en medio de la madrugada. 

Y es que cuando no tienes algo que te motive a vivir, un acto tan simple como el levantarse de la cama, puede resultar toda una batalla.

La mayor tortura es tener que lidiar noche tras noche con un ensordecedor ruido de fondo. Un ruido que no se calma, por muy fuerte que presiones la cabeza contra una almohada.

Muchas veces, en mi desesperación, me apunte con un arma, para así poder acallar todas estas voces de una maldita vez.

Pero, a pesar de aquello... jamas logre jalar del gatillo.

Algo me detenía, algo me decía que no.

Luego de un respiro, lograba levantarme y salir adelante.

Pero este día ¿Que mas podía hacer?

Estábamos tu y yo, solos en tu casa.

Lo que inicialmente debía ser una taza de café, termino por convertirse en abrazos y caricias.

Tengo que admitir que a medida que avanzaba la noche y te acercabas mas a mi, era cada vez mas difícil verte con ojos de amistad.

En cierto punto, cuando las palabras ya se tornaron superfluas, nos miramos fijamente, cara a cara. Cerramos los ojos y luego ..... nada.

Me observaste con extrañeza. Me dijiste que no me confundiera, que no estabas interesada en mi. Me pediste que me marchara, que ya casi amanecía, que estabas cansada...

Entonces yo me fui, antes de que llegaran tus padres.

Si en ese momento me hubieras besado, todo seria diferente.

No estaría cabizbajo, melancólico, vagando en medio de la nada.

Si me hubieras besado, ahora no estaría aquí.

Me hubiera lanzado desde algún puente, o a las vías del tren. 

Porque despues de una vida de tristeza, no iba a dejar pasar la oportunidad de al menos, poder morir con una sonrisa en el rostro.

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